GRANITE CITY, IL — Como trabajadora de salud comunitaria, Christina Scott, de 46 años, es experta en trámites burocráticos, una mano siempre disponible, un hombro para llorar y una red de seguridad personal, todo en una sola persona.
Scott trabaja en una oficina a la sombra de la fábrica de acero que empleaba a su abuelo en esta ciudad cada vez más pequeña en el área metropolitana de St. Louis. Con muchos de los trabajos del acero se ha ido parte de la estabilidad del área: casi una quinta parte de los residentes de Granite City viven en la pobreza, mucho más que el promedio nacional.
Luego golpeó COVID-19, otro desestabilizador. Y ahí fue cuando Scott intervino: asistiendo a los que se quedaron sin trabajo, tienen covid y necesitan pagar la renta. Llevando artículos de limpieza o alimentos de un banco de alimentos local. Aconsejando sobre cómo mantener las finanzas para pagar las cuentas y no tener que cerrar negocios. Y las llamadas siguen llegando porque la gente sabe que ella entiende y ayuda.
“He tenido hambre. No he tenido auto”, dijo Scott. “He pasado por esas cosas”.
Scott es una de los más de 650 trabajadores de salud comunitarios que el Departamento de Salud Pública de Illinois contrató a través de organizaciones comunitarias locales desde marzo pasado. Esta fuerza laboral del Programa de Navegadores de Salud para Pandemias fue posible gracias a una subvención de casi $55 millones de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) a través del alivio federal aprobado por el Congreso.
El equipo ha completado al menos 45,000 solicitudes de asistencia, que les fueron remitidas a través del rastreo de contactos de casos de covid.
A medida que los trabajadores se han ganado la confianza de la comunidad, Scott dijo que han llegado nuevas solicitudes de personas que han oído hablar del programa general, en donde los navegadores hacen más que ayudar en cuestiones de salud pública.
Pero el dinero se acabará a finales de junio. Trabajadores como Scott no están seguros de su futuro y el de las personas a las que ayudan cada día. El doctor Georges Benjamin, director ejecutivo de la Asociación Estadounidense de Salud Pública, dijo que es lo que ocurre históricamente con la financiación de salud pública. “A medida que los dólares desaparezcan, veremos a algunas personas caer al precipicio”, dijo.
El problema, como lo ve Benjamin, es la falta de una visión sistemática de la salud pública en el país. “Si hicieras esto con tu ejército, nunca podrías tener un sistema de seguridad sólido”.
Los trabajadores de salud comunitarios se posicionaron como un componente clave de la agenda de salud pública del presidente Joe Biden. Idealmente, son como el vecino en quien se puede confiar cuando se necesita ayuda. Pero ha sido difícil que estos programas reciban fondos de manera consistente.
Se suponía que cientos de millones de dólares se destinarían a construir una fuerza laboral de salud comunitaria después de que el American Rescue Plan Act se convirtiera en ley en marzo pasado, dijo Denise Smith, directora ejecutiva fundadora de la Asociación Nacional de Trabajadores de Salud Comunitarios.
Pero, agregó, gran parte del dinero se gasta rápidamente en departamentos de salud o iniciativas nacionales, no en organizaciones comunitarias locales. “Para las facturas y la deuda del auto, el alquiler o los niños, eso simplemente no es sostenible”, dijo. “No podemos hacerlo gratis”.
El programa de Illinois trata de contratar trabajadores dentro de las comunidades. Dos tercios se identifican como latinos, o negros no hispanos. Alrededor del 40% estaba desempleado anteriormente, y contratarlos inyecta dinero en las comunidades a las que sirven. Cobran de $20 a $30 por hora, y casi la mitad de los empleos incluyen seguro médico o un estipendio para cubrirlo.
Tracey Smith, quien supervisa el Pandemic Health Navigator Program para el Departamento de Salud Pública de Illinois y no está relacionada con Denise Smith, considera que pagar por tales trabajadores es una necesidad, no un lujo, para ayudar a las personas a navegar el sistema de atención médica quebrado de la nación y los programas de asistencia gubernamentales inconexos.
Angelia Gower, vicepresidenta de la NAACP en Madison, Illinois, es ahora una de esas trabajadoras comunitarias de salud pagas. “Te ven semana tras semana, y mes tras mes, y todavía estás ahí, empiezan a confiar”, dijo. “Estás haciendo una conexión”.
Pero a medida que disminuyeron los casos de covid en Illinois, la cantidad de trabajadores de salud durante la pandemia se redujo en casi un tercio, a aproximadamente 450, en parte porque encontraron otras oportunidades.
Smith es optimista de que el programa obtendrá dinero para mantener a unos 300 trabajadores de salud comunitarios en el personal, y aprovechar la credibilidad que han construido en las comunidades para enfocarse en la prevención de enfermedades.
El sistema de salud estadounidense fragmentado, y sus desigualdades sistémicas, no desaparecerán con covid, dijo. Además, millones de personas están a punto de perder su cobertura de Medicaid a medida que se agoten los beneficios por la pandemia, dijo Benjamin, creando una brecha en su red de seguridad.
Parte del desafío de financiamiento a largo plazo es cuantificar lo que hacen los trabajadores como Scott en un día, especialmente si no se relaciona directamente con covid u otra enfermedad transmisible.
¿Cómo tabula la diferencia que se hace en la vida de un cliente cuando está asegurando camas para sus hijos, computadoras portátiles para que vayan a la escuela o aprovechando los fondos de FEMA para pagar por el funeral de un ser querido que murió por covid? ¿Cómo asigna un monto en dólares a los servicios integrales que pueden mantener a flote a una familia, especialmente cuando no hay una emergencia de salud pública?
Denise Smith teme que ocurra lo mismo que con muchas subvenciones de la Ley de Cuidado de Salud a Bajo Precio (ACA). En 2013, trabajaba como trabajadora de salud comunitaria en Connecticut, ayudando a reducir la tasa de personas sin seguro en su área en un 50%. Pero el dinero se acabó y el programa simplemente desapareció.
Mientras se esperan más fondos, Scott no puede evitar preocuparse por personas como Christina Lewis, de 40 años.
Cuando sale de la casa móvil de Lewis después de dejar una caja de alimentos, Scott le recuerda a Lewis que siga usando máscara incluso cuando otras personas ya no la usan. Lewis dijo que la ayuda de Scott ha sido invaluable. Lewis se ha quedado en casa durante la pandemia para proteger a su hija de 5 años, Briella, quien nació prematura y tiene una enfermedad pulmonar crónica. La lucha por llegar a fin de mes está lejos de terminar en medio de la creciente inflación.
Bromeando sobre el precio de la gasolina, Lewis dijo: “Ya sé, voy a tener que conseguir una bicicleta”.
En los últimos meses, Scott escuchó y consoló a Lewis mientras lloraba por el estrés de mantenerse a flote y perder familiares a causa de covid. Scott no está segura de qué pasará con todos sus clientes si su apoyo desaparece.
“¿Qué le sucede a la gente cuando todo desaparece?”, se preguntó.