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Meredith Cohn

Ingenieros esperan perfeccionar las mascarillas antes de la próxima ola o pandemia de COVID

BALTIMORE— En los primeros días de la pandemia por coronavirus, los trabajadores de la salud recurrieron a paliacates y otras protecciones improvisadas porque carecían del material oficial. Eso le dio una idea a los ingenieros de la Universidad de Maryland (UMD).

Llamaron a una empresa especializada, ActivArmor de Pueblo, Colorado, a la que estaban ayudando a desarrollar yesos personalizados impresos en 3D para ayudar a fijar huesos rotos.

¿Podría la empresa hacer una pausa y fabricar mascarillas personalizadas?

Sí, podría. Incluso podría ir más allá y hacerlas transparentes, reutilizables y que se ajustaran sin problema a la forma del rostro. Y que tuvieran un grado de protección N95.

"Todo el mundo quería hacer algo para ayudar", afirma William Bentley, director de Robert E. Fischell Institute for Biomedical Devices en College Park, que en aquel momento era un nuevo centro en la facultad de ingeniería de la universidad. "Diseñamos, construimos y probamos las mascarillas, y ActivArmor las fabricó".

La urgencia de producir más mascarillas ha disminuido a medida que los mandatos se relajan en todo el país, reflejando la disminución de los casos de la variante ómicron. Hay un amplio suministro de mascarillas, en su mayoría desechables, para aquellos que todavía las quieren o las necesitan.

Pero nadie cree que el ómicron sea la última variante peligrosa del coronavirus o el último patógeno que aparezca. La interrupción en los requisitos de uso de mascarillas le ofrece a los reguladores gubernamentales y a los investigadores la oportunidad, dijeron, de examinar las numerosas mascarillas que hay en el mercado y eliminar las que son menos eficaces.

También pueden dedicar su atención en la innovación, de modo que durante la próxima oleada de coronavirus o una nueva pandemia, los proveedores de atención médica, los primeros en responder, y el público tengan algo mejor que lo que hay ahora.

Los expertos afirman que las mascarillas apenas han cambiado o innovado durante décadas, aunque hay esfuerzos incipientes en los sectores público y privado para desarrollar una mascarilla más perfecta, que sea protectora, cómoda, reutilizable y asequible.

Los responsables de ActivArmor y del instituto de UMD creen que encontraron algo así.

"No hay razón para empezar de cero", afirma Diana Hall, presidenta y directora general de ActivArmor, quien patentó el diseño y vendió 10,000 mascarillas en un año.

Desde entonces, la empresa ha vuelto a su negocio principal de yesos impermeables impresos a medida, que Hall considera otra innovación para la pandemia, porque le permiten a los usuarios lavarse las manos.

Las mascarillas consumían mucho tiempo para la pequeña empresa, que fabricaba a medida aproximadamente la mitad de las que vendía. Para ellas, los ingenieros hicieron que la gente se escaneara la cara con una aplicación de iPhone y fabricaron moldes impresos en 3D en su laboratorio de Maryland. Luego, en ActivArmor, se calentó un tipo de plástico transparente y flexible y se formó en los moldes para hacer las mascarillas reales.

La otra mitad de las mascarillas vendidas se encargaron a partir de seis tallas preseleccionadas, una gama que permitió que casi todo el mundo encontrara una que le sirviera.

Hall quiere cederle el proyecto a un fabricante y distribuidor a gran escala. Cree que otras empresas podrían usar la tecnología de termoformado, del tipo que se emplea para moldear los vasos de plástico Solo, para hacer mascarillas por un par de dólares cada una.

Las seis tallas pueden pedirse a través de una empresa llamada HMD Technology en Canadá, pero Hall dijo que son costosas, a partir de 65 dólares estadounidenses. Incluso ese precio es una rebaja con respecto a su precio inicial, de 99 dólares para las mascarillas estándar y de 149 dólares para las personalizadas.

Los productos en sí se parecen un poco a las mascarillas de gas transparentes, con lugares a cada lado de la boca para pequeños filtros reemplazables o adaptadores para acoplar discos de estilo respirador existentes para obtener la mayor protección.

Hall afirma que la mayor queja de los usuarios es la acumulación de humedad en el interior de la mascarilla, que puede limpiarse con un paño.

"Su verdadero valor es que son transparentes, por lo que puedes ver lo que dice el médico o el paramédico que viene a rescatarte. Tienen la forma adecuada para casi todas los rostros. Y su sello protector está probado", dice.

"No te hacen moratones en la cara", dijo. "Puedes pasarlas por debajo del grifo para limpiarlas".

Pero eso no le importará a las masas sino hasta que el costo baje, dijo.

Los responsables del gobierno y de la industria esperan que una nueva forma de pensar pueda aumentar la aceptación y reducir los costos para cuando se vuelvan a recomendar o exigir las mascarillas.

"En el futuro, necesitaremos mascarillas más eficaces y que se ajusten bien", afirmó el doctor Eric Toner, investigador principal del Centro de Seguridad de la Salud de Johns Hopkins (JHCHS), durante un reciente seminario web organizado por el centro y el Comité Directivo de Preparación para Pandemias y Seguridad de la Salud, un foro educativo no partidista para legisladores y reguladores federales.

"El uso generalizado de las mascarillas por parte del público podría salvar miles de vidas en la próxima pandemia", afirmó.

Toner dijo que probablemente se necesitaría financiación gubernamental o mercados fiables para incentivar a la industria a emprender el proceso de desarrollo y a la cadena de suministro a suministrar un número suficiente de ellas.

Las mascarillas N95 y KN95, que son las más eficaces para filtrar el coronavirus, eran tan escasas al principio de la pandemia que las autoridades estatales y hospitalarias se enzarzaron en una guerra de ofertas. Esa fue una de las razones por las que no se recomendaron inicialmente a los consumidores no médicos, a los que se dirigieron las máscaras de tela menos protectoras, algunas de las cuales eran caseras.

La administración del presidente Joe Biden solo pudo comprar y enviar por correo más de 240 millones de las mejores mascarillas al público, así como abastecer a las farmacias y otros puntos de venta.

El país no estaba preparado con mascarillas para la pandemia, dijo Stephen Redd, ex subdirector de servicios de salud pública y ciencia de la implementación en los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos.

La Reserva Nacional Estratégica (SNS) tuvo en su día suministros, pero muchos no se sustituyeron luego de la pandemia de gripe H1N1 de 2009 y otros lotes caducaron, dijo durante el seminario web. Incluso ahora, algunas mascarillas N95 y KN95 que aparecen a la venta en Internet no cumplen las especificaciones del gobierno.

Además, esas especificaciones se crearon en gran medida para el uso industrial, y no para las pandemias, por lo que no hay normas para las mascarillas de los niños.

"No se le ha prestado mucha atención el hecho de a dónde podría llevarnos la innovación", dijo Redd. "¿Cómo se estimula la innovación en ausencia de demanda comercial?".

Ellen White, directora comercial global de productos respiratorios del gigante de la fabricación 3M, le dijo al grupo de expertos que el gobierno tiene que empezar con una nueva normativa que guíe la innovación. Deben centrarse en un mejor ajuste y reutilización, además de la protección tanto para adultos como para niños.

"Tienen que ser cómodos para los usuarios", dijo. "Pero también hay que estudiar la cadena de suministro en general y cómo se pueden llevar a escala".

Los funcionarios del gobierno están pensando en esas cosas, dijo Sandeep Patel, director de la Autoridad de Investigación y Desarrollo Biomédico Avanzado (BARDA), la agencia del departamento federal de salud responsable de las reservas de mascarillas.

"Estamos tratando de alejarnos de las mascarillas de un solo uso", dijo. "La otra pieza en la que pensamos es la comodidad y el diseño, para que la gente se sienta más cómoda usando las mascarillas durante mucho tiempo".

Ese era uno de los objetivos cuando los ingenieros de UMD emprendieron ActivArmor.

Los ingenieros dicen que el trabajo no está terminado.

"El costo sigue siendo el mayor obstáculo", afirma Kevin Aroom, un ingeniero del instituto de Maryland, cuyo rostro sirvió como uno de los modelos iniciales para los moldes impresos en 3D usados en la fabricación de las mascarillas ActivArmor.

En la actualidad, dedica más tiempo a probar, en lotes de 20, las mascarillas N95 y KN95 disponibles en el mercado, en nombre de los consumidores del gobierno y de la industria, para comprobar qué tan buena es su filtración. Las partículas de sal son sustituidas por el coronavirus aerosolizado en su maquinaria de alta tecnología. Estas pruebas son cruciales en la época de las falsificaciones en Internet, dijo.

Pero las pruebas también podrían ser objeto de alguna innovación. Por ejemplo, podrían integrar el equipo de pruebas en las máquinas que fabrican las mascarillas y otros dispositivos.

Aroom, Bentley y otros miembros del instituto están deseando convertir más ideas e investigaciones en productos comerciales, si alguien está dispuesto a financiar la investigación y el desarrollo.

"Hemos creado las mascarillas en un tiempo récord", dijo. "Y la gente en los hospitales las está usando ahora mismo".

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