Cuando María Gloria Domínguez-Bello viaja a la selva amazónica y le cuenta a los aldeanos el motivo de su visita, la primera respuesta que obtiene suele ser una risa.
"¿Vino hasta aquí solo para ver mi caca?", le preguntan.
Ella lo hizo —sin ánimo de broma— y lleva más de 20 años haciéndolo.
Ella y su esposo, Martin Blaser, ambos científicos de la Universidad de Rutgers, son los protagonistas de un nuevo documental titulado Invisible Extinction, que describe sus años de investigación acerca de cómo la dieta y la medicina modernas están alterando nuestras colonias internas de bacterias y otros microbios: el microbioma humano.
El microbioma es un tema polémico desde hace más de una década, ya que tanto ellos como otros investigadores siguen identificando conexiones entre la pérdida de bacterias "buenas" y una serie de enfermedades humanas, como la obesidad, ciertos tipos de cáncer y trastornos autoinmunes. Sin embargo, la ciencia relacionada con cómo revertir estos problemas sigue estando en pañales.
Ese es el mensaje que la pareja de Rutgers espera transmitir en la película, que se estrenó el 24 de marzo en un festival de cine de Copenhague. Se apresuran a identificar qué tipos de bacterias son esenciales para la salud humana y cómo podrían restaurarse mediante el uso de probióticos específicos y otros tratamientos.
La pareja cree que las muestras fecales del Amazonas son una gran parte de la solución, ya que están repletas de microbios que aún no han sido alterados por los antibióticos o las dietas occidentales azucaradas y bajas en fibra, le dijo Domínguez-Bello a los cineastas Steven Lawrence y Sarah Schenck.
"Buscamos respuestas en lugares en donde el problema aún no ha comenzado", dice.
Todavía no se han programado proyecciones del documental en Estados Unidos, pero los cineastas están en busca de un servicio de streaming. Para más información y un tráiler de la película, visita theinvisibleextinction.com.
Mientras tanto, los científicos de Rutgers están ayudando a crear la Bóveda de la Microbiota: un depósito seguro y bajo cero para preservar toda la riqueza del microbioma, incluidas las especies encontradas en las muestras orales y fecales del Amazonas.
Ya se ha creado una instalación de almacenamiento en fase piloto en Suiza que algún día podría ser una fuente de tratamientos, dijo Blaser recientemente antes de volar a Dinamarca para el estreno de la película.
"Un día", dijo, "probablemente le devolveremos las bacterias a los niños para que recuperen los antiguos organismos que han perdido".
En su investigación, la pareja de Rutgers explora cómo una serie de prácticas modernas pueden alterar el microbioma, como la dieta, el uso excesivo de antibióticos, los partos por cesárea y el uso de fórmulas infantiles en lugar de la lactancia materna.
La respuesta, dicen, no es rechazar los medicamentos, las cesáreas y otros elementos de la medicina moderna, ya que todos pueden salvar vidas. La clave es usarlos solo cuando sea apropiado, para minimizar los daños colaterales al microbioma.
Por ejemplo, cuando se usan en exceso los antibióticos, no solo se eliminan las bacterias beneficiosas (junto con los patógenos causantes de enfermedades para los que están diseñados), sino que también se despeja el camino para que se afiancen los microbios resistentes a los medicamentos.
El uso excesivo de antibióticos se presenta a menudo como un problema del mundo en desarrollo, en donde los medicamentos a veces se administran sin receta, dice Blaser, médico y autor de un libro de 2014, Missing Microbes, que explora muchos de los mismos temas.
Pero advirtió que los medicamentos también se usan en exceso en los países desarrollados. Citó un estudio de 2018 que descubrió que España y Grecia se encontraban entre los principales usuarios de antibióticos per cápita, y un estudio de 2014 realizado por investigadores de Children’s Hospital en Filadelfia, que descubrió que algunas prácticas pediátricas prescribían el doble de antibióticos que otras, una diferencia que no podía explicarse por los historiales médicos o los factores demográficos de los pacientes.
El investigador de Rutgers se sincera acerca de la propia experiencia de su familia con el aparente uso excesivo de los medicamentos. En la película, habla con Genia Blaser, su hija adulta de un matrimonio anterior, respecto a su diagnóstico de enfermedad celíaca. De niña sufrió repetidas infecciones de oído y se sometió a muchas rondas de antibióticos, como era práctica habitual. Años más tarde, fue tratada con potentes antibióticos luego de contraer una enfermedad de origen alimentario en Perú.
Blaser cree que los medicamentos contribuyeron a su condición de celíaca, alterando su sistema inmunológico para que reaccionara a los alimentos que contienen gluten.
"Para mí, la combinación de esos antibióticos en tu primera infancia y esos antibióticos posteriores es en cierto modo lo que te llevó a este problema", le dice. "Por lo que, por supuesto, me siento fatal".
Entre las especialidades de investigación de Blaser está una bacteria común llamada H. pylori, que provoca úlceras. Cuando se demostró esa relación hace años, algunos médicos argumentaron que el microbio debía ser eliminado en todo el mundo. No es así, según la investigación de Blaser. Esta bacteria está presente en la microbiota de muchas personas sin presentar efectos nocivos, y parece tener un efecto protector contra ciertos cánceres.
A veces Blaser y su esposa llevan a cabo estudios juntos, otras veces de forma independiente.
Domínguez-Bello, natural de Caracas, Venezuela, aborda el problema desde la óptica de la urbanización y el desarrollo económico, estudiando las diferencias en el microbioma en entornos rurales, de pueblos pequeños y de grandes ciudades en Sudamérica.
Una vez, durante un viaje al Amazonas, estudió incluso el impacto de la dieta en su propio microbioma.
Ella y cuatro colegas habían acordado con los lugareños quedarse en su pueblo y comer su comida. Eso significaba frutas, verduras, algo de pescado y, ocasionalmente, carne de caza, pero nada parecido a las variedades grasientas y jugosas de las estanterías de los supermercados norteamericanos.
"Es muy difícil", dice. "Es como masticar la suela de un zapato".
Después de un mes con la dieta amazónica, todos habían perdido peso. Y, como Domínguez-Bello predijo, las muestras fecales del antes y el después revelaron que sus microbiomas también habían cambiado, aunque el impacto fue menos dramático para los cinco adultos que para los dos niños que fueron al viaje.
Ciertos tipos de bacterias se volvieron más abundantes en los intestinos de los siete, mientras que los microbiomas de los niños experimentaron un aumento no solo en la abundancia sino también en la diversidad. Al cabo de un mes, el análisis de las heces de los niños reveló tipos de bacterias que antes no existían.
"Ganamos en uniformidad", dijo Domínguez-Bello. "Ellos ganaron en riqueza".
Era solo una pequeña muestra, pero los resultados coincidían con investigaciones anteriores que sugerían que el microbioma humano es más plástico —flexible— al principio de la vida.
Aun así, ninguno de los cambios fue permanente, una vez que los visitantes volvieron a su dieta habitual y a otros hábitos en su país.
Restaurar la diversidad microbiana es más difícil de lo que parece. Una opción es el trasplante fecal, una técnica que ha ayudado a algunos pacientes a combatir una infección llamada C. difficile. Pero es necesario investigar para desarrollar un enfoque más específico para el tratamiento de otras afecciones, dijo Blaser.
Otra opción son los suplementos orales llamados probióticos. Sin embargo, también es necesario trabajar más en este campo, ya que muchos de los productos actuales tienen más que ver con la mercadotecnia que con el fundamento científico, dijo Blaser.
Así que la investigación continúa, con un fuerte énfasis en la comunicación.
En el Amazonas, por ejemplo, Domínguez-Bellow se esfuerza por enseñarle su misión a los habitantes de las aldeas, llevando carteles explicativos y microscopios para que puedan ver los microbios en cuestión. También trabaja con científicos locales para crear laboratorios e instalaciones de recogida de microbios.
"Los tiempos en los que los países ricos iban a los países pobres y extraían cosas, se han acabado", dijo. "Tenemos que formarlos, educarlos y capacitarlos".
El resultado, esperan ella y Blaser, será mejor para la salud de todos a largo plazo.